Una de las cuestiones más gratificantes a la hora de realizar una cata vertical es la posibilidad de escudriñar dentro del alma de una bodega. Su terroir, clima y trabajo enológico se muestran al descubierto
con absoluta honestidad. Aqui no cabe esconderse tras una buena añada, ni que los astros hayan bendecido ese año. Aqui nos encontramos con el trabajo en equipo de un grupo de personas empeñados en dar lo mejor de ellos mismo y el resultado se encuentra en los vinos que año tras año sacan al mercado.
